Mujeres bibliófilas en el siglo XVI
Cuando pensamos en las mujeres de antes (de muy antes) en relación a la lectura, lo más común es que nos venga a la mente la imagen de una señoritinga tomando té y leyendo novelas románticas o de caballería. Y, a ver, no voy a decir que esto no fuera del todo cierto pero, en el artículo de hoy, quiero hablaros de las mujeres que encontraron en el libro algo más que un entretenimiento. Hoy os voy a hablar de mujeres que coleccionaban libros porque veían en ellos algo asombroso, tanto en su contenido como en su forma, rara y bella en ocasiones.
Todo el mundo sabe lo que es la bibliofilia: es el arte de coleccionar libros. Si te gusta comprar libros y tenerlos cogiendo polvo en estanterías tienes un problema de bibliofilia. Y lo tienes especialmente grave si lo que te gustan son los libros antiguos y extraños, los raros; si te fijas en la encuadernación, en las ilustraciones o en la calidad del papel. Si admiras los códices y los manuscritos (aunque no se te ocurra coleccionarlos porque tampoco es tu casa una abadía del siglo XIV) siento decirte que también entra dentro de la bibliofilia. Yo, queridos lectores, soy también una bibliófila empedernida.

La bibliofilia nace cuando nacen las bibliotecas, es decir, cuando los libros dejan de ser un objeto exclusivo del ámbito monacal y pasa formar parte de la burguesía. Los burgueses, que necesitan los libros para estudiar sus cosas de comerciantes, encuentran en la lectura un buen entretenimiento. Y, cuando te gusta algo, lo adquieres. También, y en especial, cuando la corona, con todo su dineral, aprende a leer y decide que ellos también quieren una biblioteca como la de los obispos. Y es aquí, dentro de este ambiente regio, donde considero yo que nace el arte de coleccionar libros.
Ni que decir tiene que este arte tiene también su inicio con la llegada de la imprenta. Este mundo ha estado siempre muy relacionado con los hombres porque, evidentemente, Gutenberg no contó con ninguna fémina para desarrollar su invento. Sin embargo, y con el tiempo, mujeres como Anna Rügerin de Augsburgo, se dedicaron a este oficio. De hecho, Anna está considerada la primera mujer impresora/tipógrafa de Europa; O, al menos, fue la primera de la que se conoce firma en el colofón de las obras que imprimió. Charlotte Guillard (Francia), está también considerada como una de las primeras impresoras de importancia. En el caso concreto de España, contamos con dos mujeres con las que podemos decir que comienza la participación femenina en los negocios de la imprenta y la librería1: Isabel Tenza (Valencia, ca.1498) e Isabel Robiols (Valencia, siglo XV). De la primera sabemos que contrajo matrimonio con un librero, editor y, posteriormente, impresor Pedro Trincher (de hecho, la podéis encontrar también bajo el nombre de Isabel Trincher); se la documenta como desarrolladora de actividades relacionadas con la compra de papel y libros. De la segunda sabemos que tenía deudas por la compra de papel y libros.
Siguiendo con las isabeles, sabemos también que Isabel la Católica tenía una enorme biblioteca con libros propios que poseía en tanto que particular y libros de la corona que le pertenecían en tanto que soberana2.
Hasta aquí ya os habréis dado cuenta de que todas mujeres tenían un nivel económico bastante alto, y es que la bibliofilia no es posible sin dinero, y menos en esta época en la que costaba tanto imprimir un libro (de hecho, habrá que esperar al siglo XIX a que se invente la pasta de papel hecha con celulosa, mucho más barata de fabricar, lo cual abarató el coste del libro). También hay que decir que las mujeres pobres eran básicamente analfabetas3. El caso es que la bibliofilia, en la mayor parte de la historia, se ha dado en ambientes de poder, sobre todo, en ambientes ligados a la corona. Es el caso de mujeres como Catalina de Osorio, que tenía 159 libros; Juana de Gatos, con 62 libros o la condesa de Ribadavia, que disponía de 52 libros. Isabel de Farnesio viajaba con sus libros allá donde se mudara y la duquesa de Osuna, que poseía una enorme biblioteca4.
Me ha parecido de especial relevancia el caso de María de hungría, hija de Felipe el Hermoso y Juana la Loca y hermana de Carlos I. Heredó la biblioteca de su tía Margarita de Austria, que era también aficionada a los libros y poseía una gran colección. Pero el caso de María de Hungría va más allá de tener una colección de libros. Hasta ahora, las bibliotecas de estas mujeres están formadas en su mayoría por libros de índole religioso; primero, porque era a lo que se les permitía dedicarse dado que debían devoción5 y, segundo, porque hasta el siglo XVIII la literatura no empieza a secularizarse (menos ciertas excepciones). Pero María de Hungría, por su posición geográfica (Países Bajos), estuvo muy unida a las ideas de Erasmo, a la poesía y a la historia natural, lo que le permitió hacerse con una gran colección de libros humanísticos6. Además, tuvo la amabilidad de dejar todos esos libros en los Países Bajos cuando se mudó a España. De hecho, a España solo se llevó aquellos a los que les tenía especial cariño o los ejemplares que eran más bellos y raros de encontrar, lo cual la convierte en una verdadera bibliófila. Se convirtió en una mecenas intelectual y en los últimos años de su vida se dedicó a la compra masiva de libros de todos los géneros. A su muerte, poesía más de 70 libros, sin contar con los que dejó por el camino.

No podemos, por supuesto, olvidarnos de Sor Juana Inés de la Cruz, de cuya biblioteca no queda constancia en ningún registro pero, por los comentarios de sus coetáneos, sabemos que poseyó unos cuatro mil libros7. Además, sabemos que ella usaba la biblioteca como lugar de adquisición del conocimiento e investigación y no solo como entretenimiento o devoción.
Todas estas mujeres construyeron el pilar para que otras mujeres pudieran entrar en el mundo de la literatura, no ya como lectoras sino como escritoras mismas. Se empieza leyendo, guardando tus libros más preciados para releerlos y se termina queriendo escribir. La bibliofilia permite admirar esos libros que nos convierten en escritoras, esos libros que nos han permitido tener voz y expresión.
1ESTABLÉS SUSÁN, Sandra. Diccionario de mujeres impresoras y libreras de España e Iberoamérica entre los siglos XV y XVIII. Zaragoza: Prensa de la universidad de Zaragoza, 2018.
2BARANDA, Nieves. Mujeres bibliófilas en España. España: Turpin Editores, 2017.
3BARANDA, Nieves. Cortejo a lo prohibido. Lectoras y escritoras en la España moderna. Madrid: Arco7Libros, 2005
4BARANDA, Nieves. Mujeres bibliófilas en España. España: Turpin Editores, 2017.
5BARANDA, Nieves. Cortejo a lo prohibido. Lectoras y escritoras en la España moderna. Madrid: Arco7Libros, 2005
6GONZALO SÁNCHEZ-MOLERO, José Luis. La biblioteca de María de Hungría y la bibliofilia de Felipe II. Bertrand Federinov y Gilles Docquier (eds). Marie de Hongrie. Politique et culture sous la Renaissance aux Pays-Bas. Musee royal de Mariemont, 2009, págs. 50-67. Academia. Web. 12 de abril de 2022 https://www.academia.edu/5708816/La_biblioteca_de_María_de_Hungría_y_la_bibliofilia_de_Felipe_II
7BARANDA, Nieves. Mujeres bibliófilas en España. España: Turpin Editores, 2017.
Imagen destacada en portada: Mujer leyendo, Picasso
Un comentario en «LA BIBLIOFILIA QUE DIO VOZ A LAS MUJERES»