TEMA 4. EL LIBRO Y LAS BIBLIOTECAS EN EL SIGLO XVI

EL LIBRO EN EL SIGLO XVI

El siglo XVI está marcado en Europa por un aumento de la lectura y, por consiguiente, de la producción del libro. Además, la imprenta hace que el libro logre una mayor difusión. Destacan los impresores humanistas, de alto nivel cultural y técnico, y que editan en gran calidad. La producción aumenta exponencialmente tanto por la demanda como por el abaratamiento de los costes.
Sigue habiendo una preponderancia por el libro religioso (45%) y, en especial, las biblias (en este siglo tuvieron 127 ediciones). Las ediciones más importantes son la Biblia políglota complutense, en hebreo, caldeo, griego y latín, patrocinada por el cardenal Cisneros y preparada por Nebrija, Núñez Pinciano, López Estúñiga y otros.

El mundo del libro estuvo en este siglo marcado por el Renacimiento y por la Reforma protestante y la Contrarreforma. Con la expansión de la imprenta aparece su uso como herramienta de propaganda entre los sectores protestante y católico. En las ciudades alemanas de Leipzig y Wittenberg se publicaron numerosas ediciones de Martin Lutero. Se las traducciones de la Biblia al alemán de Lutero se publicaron 445 ediciones desde 1522 hasta 1546. En septiembre de 1522 se publica el Nuevo Testamento y, al año siguiente, en 1523 se publica el Antiguo Testamento.
Aparece la censura. Ya en 1501 el papa Alejandro VI introduce la censura previa de los escritos. En 1515, con el Concilio de Letrán, se dictó la prohibición de imprimir libros sin la autorización previa del obispo. El Concilio de Trento (entre 1545 y 1563) prohíbe imprimir dichas obras sin el nombre del autor y sin un examen previo. Se declara como única Biblia válida la Vulgata y se prohíben las traducciones a lenguas vernáculas. Comenzó también la publicación del Index romano, que contenía los libros prohibidos, bien en su totalidad o bien en parte (expurgados).

España en el siglo XVI sigue siendo un país más importador que productor y, además de que hay pocos editores, hay un enorme control legislativo de la producción. La censura comienza en 1502 cuando los Reyes católicos promulgan una pragmática para la impresión y venta de libros que exigen una licencia real previa. Se prohíbe la impresión y venta de libros apócrifos, supersticiosos, de contenidos vanos y sin provecho. La Inquisición prohíbe tajantemente la traducción y venta de los escritos de Lutero. Por último, se obliga a poner al principio de cada libro la licencia, la tasa, el privilegio, el nombre del autor, el del impresor y el lugar de impresión.
Por lo general, en estas fechas, en España faltan editores y suministros de tipos y de papel.

Con el precedente de la Biblia complutense comienza la época de las biblias políglotas y aparece, así, la Biblia políglota regia o también llamada Biblia de Amberes, en hebreo, latín y griego. En el siglo XVI la Biblia fue traducida a todas las lenguas europeas cultas. Se publicaron también libros litúrgicos como los misales. Un ejemplo lo encontramos en el Missale benedictinum, de 360 páginas, con letra gótica, notas musicales y numerosos grabados xilográficos. Asimismo, se publican libros sobre la doctrina cristiana, como Doctrina christiana en lengua mexicana y castellana, impresa por Juan Pablos en México en el año 1539. Lo mismo sucede con la Doctrina Christiana, impresa por Antonio Ricardo en el año 1584, en lenguas española, quichua y aimara.
En 1572 aparece en Basilea (Suiza) la Biblia del oso, así llamado por llevar un oso estampado en la tapa.
Entre los libros laicos destacan los destinados a la enseñanza, como la gramática de Mates titulada Principia artis grammaticae, impresa por Johann Luschner en Barcelona en 1503. En México, Antonio Espinosa imprimió la Gramática latina de fray Martino Gilberto, en 1559.
Entre 1536 y 1538 se publica la obra más importante de Étienne Dolet (impresor y humanista): Commentarii linguae latinae. Luego, en su propia imprenta, imprimió L’enfer (1542) de Clément Marot y Second enfer (1544). En 1542 imprime el opúsculo Cato Christianus y Les épitres familières de Cicerón.
Entre 1531 y 1543 Robert Estienne imprime Thesaurus linguae latinae. En 1532 aparece la versión final del Orlando furioso de Ludovico Ariosto, el único libro del siglo XVI que se considera best-seller.
La primera mujer impresora que recibió reconocimiento público fue la alemana Anna Rügerin de Augsburgo, quien produjo en 1484 el Sachsenspiegel de Eike von Repgow, considerado el primer libro impreso por una mujer. Asimismo, Charlotte Guillard es considerada la primera impresora de importancia. Si quieres, puedes leer este artículo de mi blog titulado La bibliofilia que dio voz a las mujeres. Mujeres bibliófilas en el siglo XVI, donde te cuento cosas muy chachis sobre la relación de las mujeres con los libros en este siglo.

LAS BIBLIOTECAS EN EL SIGLO XVI

En esta época nacen las bibliotecas nacionales, muchas de ellas procedentes de las que antes eran regias, y se desarrollan también las universitarias y las eclesiásticas. Se multiplican, del miso modo, las privadas.

Biblioteca Nacional de Francia

Tiene su origen en la Biblioteca del Rey y su creador fue Francisco I, quien nombró bibliotecario a Guillaume Budé. En 1537 obligó a los impresores a hacer entrega de las obras que salieran de sus prensas. En 1792 la Biblioteca Real pasó a denominarse Nacional, en 1803 se crearon importantes bibliotecas municipales y en 1810 se inició la Bibliographie de la France para el control bibliográfico francés.
Es hoy una de las más grandes del mundo por sus valiosos fondos antiguos y raros, europeos y orientales, que se fueron reuniendo en ella a causa de la rica tradición medieval francesa, de los contactos de los reyes franceses con la Italia renacentista, de la importancia que tuvo la impresa en el siglo XV y de los saqueos e incautaciones del ejército francés en sus acciones militares en el extranjero.
Su finalidad se orienta a la catalogación y conservación de los documentos ingresados por el depósito legal, a la reunión y catalogación de los manuscritos, monedas, medallas y documentos raros y preciosos de interés nacional y al mantenimiento de colecciones y publicaciones oficiales extranjeras.

Biblioteca Estatal de Baviera

Se fundó en 1558 por el duque Alberto V, que compró la biblioteca del filólogo Johann Albrecht Widmanstatten, rica en manuscritos hebreos, árabes y otras lenguas orientales, así como en manuscritos en lenguas eslavas y romances. A ella se le unió la del arzobispo de Salzburgo y la del banquero Johan Jacob Fugger, que tenía más de 10.000 volúmenes. En 1632 sufrió un expolio tras el saqueo de Múnich por Gustavo Adolfo. El depósito legal se consiguió desde 1663 con la obligación de la entrega de dos ejemplares de cada obra impresa. A principios del siglo XIX se incorporan los manuscritos e incunables de las bibliotecas eclesiásticas. Con la Segunda Guerra Mundial se perdieron 500.000 volúmenes, pero los más valiosos se preservaron.
Actualmente, posee cerca de cuatro millones de volúmenes, 40.000 manuscritos y 16.300 incunables. Entre sus obras más valiosas caben destacar Breviario de Alarico, del año 506; Los Evangelios de Carlos el Calvo, llamado también Codez Aureus, por estar escrito con letras de oro sobre pergamino púrpura; Los poemas de la monja Rosvita. Los Carmina Burana, unos poemas medievales o el Calendario turco, considerado el impreso con tipos móviles más antiguo.

Biblioteca Nacional de Austria

La biblioteca la fundó Maximiliano II (rey de Bohemia desde 1549), que también obligó a los impresores, en 1551, a entregar tres ejemplares de sus trabajos, uno de ellos para la biblioteca. Su primer bibliotecario fue Hugo Blocio, que se encontró con todos los libros tirados en e l suelo y en malísimas condiciones. Él los limpió, los catalogó, les puso tejuelo y los colocó en 28 armarios. Como en esta biblioteca había tan poca luz, se permitió su préstamo, aunque durante el siglo XVII esdto estuvo prohibido. El monarca buscó libros en monasterios de Suiza, Alemania y Austria. En 1726 se abrió al público y se convirtió en una de las primeras bibliotecas públicas europeas. Al poco se compró la biblioteca del príncipe Eugenio de Saboya. También cuenta con fondos de la antigua universidad de Viena, de los jesuitas y de los monasterios. En el siglo XX pasó a denominarse Nacional de Austria. Cuenta con cerca de 8000 incunables y 66.000 manuscritos. Tiene obras de una inmensa calidad, como un fragmento del siglo VI, el Génesis de Viena, El Salterio que Carlomagno ofreció al papa Adriano, numerosos autógrafos de los grandes compositores musicales y una gran colección de mapas y globos, entre más cosas.

Biblioteca de El Escorial

Fue creada por Felipe II a instancias del Cronista Juan Páez de Castro. En 1565 llegaron los primeros libros procedentes de palacio, pero fue en 1566 cuando llegaron los de mayor calidad, con importantes códices como el Apocalipsis Figurado, el más antiguo, o los Evangelios griegos. Sumaron las colecciones de Honorato Juan, preceptor del príncipe, o del arzobispo de Valencia, Martín de Ayala. Ambrosio de Morales se encargó de viajar en busca de códices. Otros fondos que se unieron fueron los de Páez, los del conde de Luna, los del embajador Diego Guzmán de Silva, los de Juan Bautista de Toledo, los de Diego Hurtado de Mendoza; los del marqués de los Vélez, de la capilla real de Granada; los de Antonio Agustín o los de Arias Montano. En el siglo XVII Felipe IV donó un millar de libros del marqués de Liche. En 1619 se decreta la entrega de un ejemplar impreso a la biblioteca. Un incendio en 1671 destruyó 5000 códices. En la guerra de la independencia sus fondos se trasladaron a Madrid. Parte de sus fondos también sufrieron el expolio en la Guerra Civil, pero fueron recuperados por el Gobierno franquista.
En la actualidad cuenta con más de 4.000 manuscritos, 600 incunables y más de 40.000 impresos antiguos. La gran riqueza de la biblioteca reside en los manuscritos. Los latinos, los más abundantes, suman 1.400 en la actualidad; los griegos son ahora 645, los hebreos suman 70 y los árabes cerca de 2.000. Es notable la colección de manuscritos castellanos, entre ellos obras de Alfonso X y otros códices medievales, a los que se añadieron otros modernos como las obras autógrafas de Santa Teresa. Hay, además, códices persas, armenios, turcos, mexicanos, provenzales, franceses, italianos y alemanes. El valor de estos manuscritos no reside sólo en la antigüedad y en la autoría de los mismos sino en que muchos de ellos están enriquecidos con espléndidas miniaturas, como el Beato, Vigiliano, Emilianense, obras de Afonso X, Crónica troyana, los breviarios de Carlos V y Felipe II y el Libro de Horas de Alonso Zúñiga. No faltan, además, representaciones de la miniatura flamenca, francesa, italiana, alemana, bizantina y árabe. Hay obras notables impresas, entre las que destacan 600 incunables.
Los impresos suman hoy 40.000 volúmenes. También tiene una gran colección de grabados, unos 7.000 y numerosos dibujos, cantorales y piezas musicales.

Biblioteca de la Universidad Complutense

Fundada por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros en Alcalá de Henares. La creo con la intención de estudiar y editar la Biblia políglota Complutense, para lo que reunió a especialistas en latín, griego, hebreo y en temas escrituarios, y a su disposición puso una rica colección de manuscritos. También entraron en la naciente biblioteca un buen número de manuscritos árabes que el cardenal requisó en Granada. Se añadieron también los los libros de la biblioteca del Colegio Imperial de los Jesuitas y los fondos del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos. En el XIX se incorporaron las bibliotecas del Real Colegio de Farmacia de San Fernando y de la Escuela Superior de Diplomática, entre otras. Las bibliotecas particulares incrementaron también sus fondos, como los de la condesa de Campo de Alange, Juan Francisco Camacho, Pedro Sáinz de Baranda o Francisco Guerra. En el año 2000 se creó la Biblioteca Histórica. Destacan sus 3.000 manuscritos y unos 100.000 impresos antiguos.
En la actualidad se encuentra dividida entre una veintena de bibliotecas de facultades y de escuelas universitarias, así como en numerosos departamentos, cuyos volúmenes superan el millón. Entre estos destacan 635 incunables, algunos códices principalmente bíblicos, Libros del saber de Astronomía, de Alfonso X el Sabio y libros raros y valiosos.

Biblioteca Colombina

Hernando Colón, hijo de Cristóbal Colón, era un gran bibliófilo que se dedicó a la compra sistemática de impresos, grabados y estampas por toda Europa. Llegó a reunir más de 15.000 volúmenes y en todos ellos anotaba el lugar de compra, la fecha y el precio. A esta biblioteca se le unió la heredada por su padre. Hernando Colón elaboró diversos repertorios para facilitar el acceso a sus libros: un índice (Regestrum B); el Abecedarium, con la relación de obras por orden alfabético y el Libro de los Epítomes, con resúmenes de sus libros.
Diversos expolios en el siglo XIX la mermaron y, aún así, contiene más de 600 manuscritos y 1.000 incunables. Hoy día está integrado con la Biblioteca Capitular y la del Arzobispado, en la Institución Colombina.

Biblioteca Medicea Laurenciana

Esta biblioteca es importante porque constituye más de 11.000 manuscritos y porque el edificio fue construido por Miguel Ángel. Se sitúa junto a la Capilla Medicea. Se abrió al público en 1571. Amplió sus fondos el canónigo y bibliotecario Angelo Maria Bandini a lo largo de cincuenta años a su cargo. En 1818 el bibliófilo florentino Angelo Maria d’Elci donó su colección de primeras ediciones de clásicos griegos y latinos bellamente encuadernados.
Tiene un amplio fondo de códices con textos de los clásicos: Tácito, Sófocles, Plinio, Virgilio, Esquilo, Platón, etc. Además, textos renacentistas como autógrafos de Petrarca o de Boccaccio, o códices de Bracciolini, Niccolò Niccoli y Pico della Mirandola.


ESCOLAR, Hipólito. Historia de las bibliotecas. Madrid: Ediciones Pirámide, 1990.

PEDRAZA GARCÍA, Manuel J. y DE LOS REYES GÓMEZ, Fermín. Atlas histórico del libro y las bibliotecas. Madrid: Síntesis, 2016.

PÉREZ PRIEGO, Miguel Ángel. Introducción a la historia del libro. Madrid: Librerías Uned, 2020.

Publicado por

Isabel

Madrid, 6 de julio de 1993 - Estudié filología hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y tengo la inmensa suerte de dedicarme a ella cuando no tengo que trabajar.

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