EL ALMOHADÓN DE PLUMAS

Un cuento de Horacio Quiroga

Nota previa: Puedes leer el cuento aquí.

Horacio Quiroga nace en Uruguay en 1878 pero se nacionaliza argentino. Fue el primer escrito hispanoamericano que empieza a teorizar sobre el cuento, escribiendo su Decálogo del perfecto cuentista, muy recomendable. Este cuento, en concreto, está dentro de su libro Cuentos de amor de locura y de muerte (1917). Su vida está muy marcada por la muerte porque a su padre lo fusilaron y luego él, con quince años, mata por accidente a un amigo (con un fusil). Quizá por eso abunda la temática de la muerte y las enfermedades en sus cuentos. El cuento que hoy vamos a analizar es El almohadón de plumas, un cuento maravilloso y perfecto.

Para ir directos al grano, dado que esto es un análisis y, por lo tanto, se destripa el cuento entero (o sea, que hay spoilers), vamos a empezar diciendo que el cuento es la historia de la muerte de Alicia, la protagonista. La estructura sería la siguiente:

  1. Presentación: desde Su luna hasta que llegaba su marido.
  2. Enfermedad: desde no es raro que hasta los eternos pasos de Jordán.
  3. Muerte: desde Alicia murió hasta extrañada el almohadón.
  4. Causa de la muerte: desde ¡Señor! hasta había vaciado a Alicia
  5. coda final: último párrafo

Ya desde la presentación nos vamos a encontrar con cierta tensión esclarecedora para entender después la coda final. Comienza con esa frase que dice Su luna de miel fue un largo escalofrío, y se describe la timidez de Alicia y la frialdad de Jordán, su marido. Vivieron una dicha especial… ¿Qué es una dicha especia? Esto, unido al léxico del calibre de «estremecimiento», «furtiva», «severidad», «rígido» o «impasible semblante» nos da una clara respuesta a si el matrimonio era feliz o infeliz. O si Alicia lo era. Porque se nos dice que ella es muy cariñosa y él todo lo contrario, y que esto afecta a la protagonista.

Es importante la descripción que hace Quiroga de la casa. Dice así: La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos: La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia. La casa está descrita como si fuera una tumba o un cementerio, ¿verdad? Este será el comienzo del marcado simbolismo que impregna el cuento entero y que después veremos por qué.

La enfermedad de Alicia se desarrolla con lentitud y, pese a ser examinada por diferentes médicos, no hay causa aparente de algo físico que la esté matando.

Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y a otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fijaos bien, leed con atención. ¿Os parece esto la descripción de una persona que está muriendo por una enfermedad física o se parece más a la de alguien sumido en una profunda depresión? Horacio Quiroga estaba muy interesado en las enfermedades mentales y, de hecho, estaba muy metido en lecturas sobre psiquiatría.

Alicia murió, por fin. ¿Por fin? ¿Tanto era su sufrimiento? Parece que sí. Se muere y la sirvienta descubre que dentro del almohadón de su cama sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca. Y luego añade que noche tras noche, desde que Alicia había caído en la cama (o, lo que es lo mismo, desde que se casó), había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible.

La coda final sería ya la descripción del bicho que, dada la minuciosa lectura del cuento y sospechando párrafos arriba del simbolismo, ¿qué pensáis que es este bicho? Jordán, su propio marido, el chupóptero. Este señor que no le daba muestra alguna de cariño a su mujer, que tan enamorada estaba de él. Alicia cae en una depresión tan profunda por la desdicha de su matrimonio, por la toxicidad de su hogar, que acaba muriendo. O quizá no, quizá la muerte no es la física sino la del amor. Además, debemos atender también a que dicen del bicho que pesa mucho y que llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes, o sea, propias de un humano.

Publicado por

Isabel

Madrid, 6 de julio de 1993 - Estudié filología hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y tengo la inmensa suerte de dedicarme a ella cuando no tengo que trabajar.

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