Nota previa: puedes leer el cuento aquí.
A veces me pregunto por qué me he metido en el berenjenal este de analizar todos y cada uno de los cuentos de Borges porque a cada cual más complejo. Este, en concreto, y lo afirma el propio Borges en el prólogo, no es del todo inocente de simbolismo1. Se quedó corto con esa afirmación. La lotería de Babilonia es de una complejidad alegórica bestial.
Al ser tan simbólico, realmente no me merece la pena contaros de forma detallada de qué va el cuento, así que os diré básicamente que el narrador habla de que en Babilonia se inventó una lotería que, obviamente, funcionaba según el azar. La compañía, que es así como llama a los señores que mandan en la lotería, va creando poco a poco reglas y castigos que se van determinando cada vez más por las reglas del azar, de modo que el propio narrador llega a la conclusión de que todo, absolutamente todo lo que pasa en nuestras vidas es producto de este azar que, a su vez, está controlado y generado por la compañía. Vamos, que no es tan azar como parece. A todo esto, el narrador es un señor muy excéntrico que habla de rarísimas anécdotas que le han pasado en Babilonia y te cuenta toda la historia de la lotería mientras espera que despegue la nave que lo llevará a su hogar. A ver, sin más, a mí eso me sobra un poco, personalmente.
¿Dónde radica, entonces, la importancia de este cuento? Porque es obvio que Borges no pretende hablar objetivamente de cómo funcionan los juegos de azar, sino que quiere extrapolarlo más allá, más hacia la vida misma y, para ser mucho más concretos, hacia la política. El mundo está regido por una Compañía también, no solo Babilonia, que marca la suerte o la desgracia de cada uno. Supongo que cuando Borges escribía el cuento estaba pensando en Argentina pero, no obstante, nosotros podemos pensar en cualquier país. Cada país con su Compañía y sus azarosos castigos: refugiados, minorías maltratadas, pobres. La clase obrera, la clase alta, los que pueden estudiar y los que no, los que pueden acceder a un servicio de sanidad de mayor o menor calidad. Esta Compañía que reparte la suerte sin mirar y sin pensar, que toque lo bueno a quien el destino decida que tenga que tocar. Pero, ¿qué castigo recibe la Compañía? ¿reciben ellos según el azar o son ellos los que organizan su propia suerte?
Es un cuento de mil interpretaciones, como suele pasar con las lecturas de Borges, pero esta me ha parecido mucho más ambigua que el resto. Me ha parecido ambigua pero, a la vez, demasiado clara. Y creo que es porque, una vez haces unas cinco lecturas para aclararte, ya vas tomando diferentes conclusiones que te llevan, inevitablemente, a una sola. Al menos es lo que me ha pasado a mí, que me he centrado en esta sola interpretación y ya no he podido dejar de leer el cuento en base a ella.
Es también un cuento con un gran toque conspiracional que puede llegar a dejarte pensativo durante un buen rato. A ver, si os soy sincera, el cuento me parece que está bien pero pienso que es también muy denso para la conclusión a la que quiere llegar. Eso o que mi cerebrito no ha estado a la altura esta vez. Personalmente, creo que no he entendido el papel del narrador, o más bien su contexto. Además, me ha parecido demasiado irónico, como si se diera por hecho que el lector sabe demasiado de lo que habla.
1BORGES, Jorge Luis. “Ficciones”, Cuentos completos. P.90. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2019.