DECLARACIÓN DE INTENCIONES

Umberto Eco escribe esto y, por curiosidad, decido leer tanto La divina comedia como El Aleph para comprobar si es cierto.

[…] Y, a propósito de Borges, ¿de quién ha tomado la idea del Aleph, ese punto fatal desde donde se ve el populoso mar, el alba y la tarde, las muchedumbres de América, una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, un laberinto roto que era Londres, un traspatio de la calle Soler con las mismas baldosas vistas treinta años antes en el zaguán de una casa en Frey Bentos, racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, convexos desiertos ecuatoriales, y en Inverness a una mujer inolvidable, y en una quinta de Adrogué el ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, y a un tiempo cada letra de cada página , un  poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa de bengala, un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin en un gabinete de Alkmaar, una playa del mar Caspio en  el alba, una baraja española en un escaparate de Mirzapur, émbolos, bisontes, marejadas, todas las hormigas que hay en la tierra, un astrolabio persa, y la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo? El primer Aleph es el último canto del Paraíso […] el Aleph de Dante es más pasionalmente rico de esperanza que el Aleph alucinado de Borges1.

En un principio, se trataría de una simple lectura comparativa, pero me fascinaron tanto ambas obras que decidí ir más allá. Más allá de los dos libros y más allá de sus respectivos autores. Artículos, ensayos, opiniones de diferentes estudiosos y mi propio juicio crítico (a veces) se unen en una amalgama de información paulatinamente organizada que nos permite esclarecer quién era Dante, quién era Borges y cómo funcionaban sus mentes creadoras de un Aleph, de un punto fascinantemente maravilloso desde el que todo es posible y desde el que todo se ve. Ese punto del universo, de luz o de oscuridad, desde el que vemos cosas que jamás creíamos poder ver. Ese punto matemáticamente imposible en el que cabe toda nuestra realidad.

No es ningún misterio que Borges era un gran admirador del poema dantesco y, por supuesto, nadie duda de la influencia que el florentino ejerce sobre él. El presente trabajo no es el fruto de una investigación sino de horas de búsqueda de información y de lectura en honor a dos de los autores que más influencia ejercen en mí como lectora y estudiante. De las palabras de Umberto Eco nace una curiosidad que me impulsa a leer y releer dos de las obras más importantes de la literatura universal; y, esa curiosidad, lleva a leer otros libros que hablan de ellos. Y estos libros me conducen a artículos, a otros estudios y ensayos que me dejan cargada de información, en parte, desordenada. La intención de este trabajo es, pues, organizar toda esa información y poner a ambos autores en un lugar común.

Se habla aquí de Dante y Borges como autores, personajes y narradores de forma simultánea; de su calidad narrativa y de la influencia que ejerce el primero sobre el segundo. Hablamos también de estas dos obras y, en especial, dentro de La divina comedia, del último canto del Paraíso, aquel que inspira a Borges con su Aleph.            

Espero que disfrutéis del estudio tanto como yo he disfrutado haciéndolo.


1ECO, Umberto. Sobre literatura. Trad. Helena Lozano Miralles. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2002. Impreso.