En noviembre de 1959, en Holcomb, Kansas, cuatro miembros de la perfecta y envidiable familia Clutter (Herbert William Clutter, Bonnie Fox, Kenyon y Nancy Clutter) fueron brutalmente asesinados. Truman Capote se hizo eco de la noticia y emprendió un viaje hasta el lugar de los hechos para investigar a todos sus habitantes.
No es que sea un lugar donde haya mucho que ver [holcomb]: no es más que un grupo de edificios partido por la mitad por las vías del ferrocarril de Santa Fe, un villorio anodino limitado al sur de un pardo retazo del río Arkansas1
En 1960, Dick Hickock y Perry Smith fueron detenidos y condenados a pena capital, culpables del asesinato de los Clutter. Truman Capote decidió, entonces, acercarse a los asesinos y realizar un exhaustivo perfil psicológico de los mismos, tratando de encontrar qué se esconde detrás de semejante matanza.
Encontramos aquí la finalidad de tantos años de investigación. No se pregunta Truman Capote si es justa o no la pena capital, pues se muestra totalmente en contra de ella, sino si es justo juzgar deliberadamente a un asesino. ¿Qué trasfondo existe detrás de la mente de una persona que decide acabar con la vida de otra? El autor de la obra se basa en diversas investigaciones llevadas a cabo por los mejores psicoanalistas de la época para llegar a la conclusión de que un asesino no tiene ni los mismos valores ni le da tanta importancia a la vida como lo hacemos los no asesinos. Hay muchas circunstancias, sobre todo venidas desde la infancia, que pueden generar demasiado odio y repugnancia como para cometer un crimen sin sentir el más mínimo ápice de conciencia.
¿Cómo se juzga todo este universo psicológico? ¿Debe o no castigarse con pena de muerte? Desde luego, cometer un crimen legal que empieza con el corredor de la muerte no es para nada una solución.
Al igual que sucede en El extranjero de Camus, donde el protagonista es juzgado a pena de muerte básicamente por no haber llorado en el funeral de su madre, los asesinos de A sangre fría también son juzgados, entre otras cosas, por no mostrar pena ni arrepentimiento. Meursault, dick y Perry son condenados a morir porque es más fácil y menos costoso contratar a un verdugo que a un psicoanalista que les de sentido a la vida, que les enseñe que se puede querer y ser querido y que les demuestre que ellos y su vida, que la vida, es importante y tiene un gran valor.
1CAPOTE, Truman. A Sangre fría. Trad. Jesús Zulaika. Barcelona: Anagrama, 2007. Impreso