TEMA 5. EL LIBRO Y LAS BIBLIOTECAS EN EL SIGLO XVII

El siglo XVII es un siglo de crisis e inestabilidad económica. En Europa se producen las guerras de religión, que dan lugar a una decadencia económica y un empobrecimiento que se ve reflejado en la calidad del libro. Aumenta la censura, pues se ve en los libros un instrumento de propaganda, lo cual también propicia la proliferación de libros clandestinos. Con la desaparición de la unidad religiosa y política fue perdiendo importancia el latín como instrumento de comunicación internacional y culto y ganan terreno las lenguas vernáculas, como el francés, el español o el italiano. En España se da una proliferación con el conocido Siglo de Oro, con autores como Cervantes, Calderón, Lope de Vega, Quevedo, etc.
Aparecen también las primeras bibliotecas públicas creadas por hombres generosos que querían compartir todos los libros que habían acumulado a fin de que la gente estudiara. En estas bibliotecas públicas trabajan, además, bibliotecarios profesionales que convierten la biblioteca en un lugar de trabajo al servicio de la cultura superior. La actividad del bibliotecario quedará centrada, pues, en la adquisición de nuevas obras y en el asesoramiento de los lectores. Para su orientación confeccionarán los catálogos.

EL LIBRO EN EL SIGLO XVII

Disminuye la edición de textos clásicos en beneficio de resúmenes, apotegmas y otras obras de compendio y florecen las literaturas nacionales. Predominan también los textos informativos que darán paso a las primeras publicaciones periódicas. Aparecen los folletos o pliegos sueltos con noticias diversas. En 1631 aparece la Gazette de Francia y, más adelante, en 1665 en París, la considerada primera publicación científica, Le Journal des Savants, con novedades científicas y técnicas. En España aparece, a partir de 1661, la Gaceta.
Es también momento para la nueva filosofía, con autores que presentan una nueva manera de estudiar y comprender la naturaleza, como Galileo, Grocio, Kepler, Hobbes, Bacon o Descartes.

Holanda

Holanda se convierte en el centro de gravedad de edición con la familia Elzevier, que se estableció en Leiden como editor. Varios hijos suyos siguieron con el negocio en una librería. La popularidad del taller se debe a la colección de las Repúblicas, 35 volúmenes en pequeño formato que describía los principales países del mundo, tanto contemporáneos como de la Antigüedad. En 1629 comenzó la biblioteca de clásicos latinos, elaborados con tipos romanos sobre modelo Garamond, en un buen papel y en una impresión muy elegante. Los Elzevier editaron también obras de los grandes escritores y filósofos contemporáneos: Hugo Grocio, Francis Bacon, Thomas hobes, Descartes, etc. También el teatro francés de la época. Realizaron ediciones ilegales donde ocultaban o falsificaban el nombre del autor. El taller perduró hasta 1712.
La casa Blaeu fue famosa por sus atlas geográficos. Su fundado fue Guillermo Janszoon Blaeu.

Francia

También fue un gran foco de impresión pero estaba muy limitado por la férrea censura. De hecho, a partir de 1612, se castigaba con pena de muerte a todos aquellos que vendieran o editaran libros sin autorización o privilegio real. En 1649 se exige que los aprendices debían ser franceses y de religión católica.
Un excelente editor de la época fue Sebastián Cramoisy, impresor y librero del rey que produjo unas 2.000 ediciones de textos clásicos grecolatinos y religiosos.
Un importante trabajo salido de las prensas francesas fue la Biblia políglota de París, del impresor y editor Antoine Vitré.

Italia

En la península itálica en esta época hay una gran decadencia intelectual y económica. Sobresale el libro en romance y decae la calidad tipográfica. Las ciudades más productivas son Venecia, Florencia, Nápoles, Milán, Génova y Turín.
Destaca el taller de la familia Pinelli, iniciado por Antonio en 1610 y que se mantuvo activo cerca de dos siglos. Obra reseñables de este taller es la Historia Veneta, de Morsoni (1623).
En Roma, en 1622, se fundó la Congregatio de Propaganda Fide, al servicio de la actividad misionera, por lo cual dispuso de tipografías de hasta 23 lenguas y una fundición de tipos que publicó medio centenar de muestrarios.

Alemania

La guerra de los Treinta Años sumió a Alemania en una profunda crisis que se traslada al mundo del libro. Los centros productores más destacados fueron Leipzig, Fráncfort, Colonia, Nuremberg y Estrasburgo. En Leipzig destacó Abraham Lamberg, que publicó más de 900 obras. En Colonia uno de los mejores tipógrafos fue Johann Gymnich IV. En Fráncfort, la saga Latomus, que trabajó hasta 1712. Una familia importante en Nuremberg fue la Endter, también editores y fundidores de tipos.

Reino Unido

Las medidas gubernamentales limitaron el desarrollo de la imprenta británica, que se limitaba casi a tratados religiosos propagandísticos y textos literarios. Una obra conocida fue la recopilación de las obras de Shakespeare, denominada First Folio, en 1623. Entre 1633 y 1637 salió a la luz la Biblia Sacra Polyglota, por Thomas Roycroft, una de las mejores obras estampadas por la calidad y rareza de las fundiciones empleadas: árabe, arameo, etíope, griego, hebreo, latín, persa, samaritano y sirio.

España

El libro español está también caracterizado por un aumento de la producción del libro de baja calidad material. La crisis también afectó a España, al igual que otros países de Europa, lo que se ve reflejado en la baja calidad de los libros, elaborados con mal papel, tipos desgastados y abundantes erratas. Además, continuaba la férrea censura por parte de la Inquisición que llegó a prohibir en Castilla la publicación de comedias, novelas u obras similares, vigilando todas las publicaciones históricas y obligando a los libreros a entregar una lista anual de sus libros. Todo esto ocasionó que muchos autores españoles publicaran fuera de España, donde sus libros tenían mejor calidad y mayor difusión. Y, de los que se quedaban en España, publicaban de forma ilegal.
Madrid encabeza el centro productor. Se calcula que en todo el siglo salen de las prensas madrileñas unas 13.000 ediciones con los textos más significativos del Siglo de Oro, además de textos legislativos y administrativos, libros de historia, religiosos, etc. De sus prensas salen obras de Lope, Cervantes, Santa Teresa, etc. En la Corona de Aragón sobresale Zaragoza, cuyo medio centenar de talleres produce unas 4.800 ediciones. La producción de Barcelona alcanza unas 4.700 ediciones a lo largo del siglo. Valencia, la tercera ciudad de la Corona de Aragón en producción, con una cincuentena de talleres, alcanza unas 3.100 ediciones. Tras Madrid, Sevilla es la ciudad más importante de Castilla, pues produce noticias y relaciones, además de ser el puerto para América. Valladolid, a su vez, se vio beneficiada por la corte a principios de siglo (1601-1606), por lo que sobrepasa el millar de ediciones.

América y Filipinas

El libro llega a tierras americanas con los viajeros, los colonizadores y los conquistadores que pretendían, sobre todo, evangelizar a sus habitantes. La primera imprenta en América se instaló en México. A Argentina llegó justo a finales de siglo, en 1700; a Córdoba no llegó hasta 1766, a Buenos Aires en 1780, a La Habana en 1723, a Bogotá en 1738, a Ecuador em 1759, a Venezuela en 1808 y a Chile también a lo largo del siglo XVIII.

LAS BIBLIOTECAS EN EL SIGLO XVII

Este siglo es importante, como ya hemos mencionado antes, porque aparecen las primeras bibliotecas públicas, lo que favoreció la conversión de las bibliotecas en instrumentos de trabajo al servicio de la cultura superior. La actividad de los bibliotecarios queda centrada en la adquisición de nuevas obras y en la orientación a los lectores. Para orientar mejor, confeccionarán unos catálogos, alfabético de autores y de materias y distintos de impresos y manuscritos.
A su vez, los reyes y la nobleza siguen aumentando sus propias bibliotecas, aunque lo hacen más bien por una cuestión pura de coleccionismo, pues no usaban mucho los libros que iban adquiriendo. Aumentan, del mismo modo, las bibliotecas privadas de la pequeña nobleza y la burguesía.
Cambió la estructura de las bibliotecas, orientada ahora al estudio y consulta de los libros. ahora había estanterías adosadas a la pared donde los libros ya no están encadenados sino que llevan una tela metálica. En el centro de la sala ya no había grandes estatuas sino instrumentos al servicio de la ciencia, como globos, relojes o curiosidades de la naturaleza.
En los muros, sobre las estanterías, había retratos de los grandes escritores. En unas bibliotecas se colocarían los libros en función de un sistema clasificatorio y, en otras, por tamaños; pero el sistema más común de ordenación de los libros era por materias, ya que facilitaba mucho la vida a los estudiantes.

La biblioteca Bodleiana (Oxford)

Fue inaugurada en 1602 por Thomas Bodley con cerca de 300 manuscritos y 1.700 volúmenes impresos. La colección se fue formando con donativos de Bodley y de sus amigos, con la compra a libreros ingleses y por medio de agentes enviados a Europa. Finalmente, consiguió de la asociación de comerciantes de libros, la Stationers’ Company, que le ofrecieran un ejemplar de todo lo que publicaban.
Thomas Bodley concibió la biblioteca como un instrumento religioso, razón por la que la biblioteca contenía mayoritariamente libros de teología protestante. La mayoría de los libros (el 99%) estaban en latín y eran de gran tamaño; después venían los escritos en italiano, francés, español, griego, hebreo y, en último lugar, inglés. Abundaban los autores medievales, los renacentistas de Italia, España y Francia y estaban presentes los representantes de la nueva ciencia, como Copérnico, Tiko Brahe, Mercator y Ortelio. No había ninguna obra de Shakespeare.
Los libros estaban colocados en estanterías perpendiculares a las paredes donde había en frente unos bancos y unas tablas que hacían de mesa para que las personas pudieran leer. Los libros estaban encadenados. Se agrupaban en cuatro clases: teología, medicina, leyes y artes y, dentro de cada grupo, estaban ordenados alfabéticamente. Dentro de los armarios había una hoja con la relación de los libros para orientar a los lectores. Para consultar los libros de menor tamaño y los de gran valor se precisaba de un permiso especial. También había un bibliotecario que tenía que ser licenciado universitario, lingüista y soltero; este bibliotecario trabajaba con un ayudante y un portero.
Hoy, la biblioteca Bodleiana posee cuatro millones de impresos, 40.000 manuscritos y 20.000 documentos.
Como curiosidad, aquí es donde se graba la escena de Harry Potter en la que Harry se pone la manta invisible y coge un libro de la biblioteca.

Biblioteca del College de Cambridge (Massachusetts)

Se iniciaba en 1638 y se convirtió, posteriormente, en la universidad de Harvard. Fue el primer centro de enseñanza superior de la América inglesa y tuvo también la primera biblioteca institucional.
Se inició con un donativo de John Harvard, la mayor parte de contenido religioso; a este donativo se sumaron donativos de otros personajes ingleses. Más tarde, ha ido adquiriendo muchos más donativos.

Biblioteca del Trinity College

Inaugurada en 1601, fue creciendo por el ingreso de bibliotecas completas formadas por grandes bibliófilos y eruditos. Entre sus fondos cuenta con el Libro de Kells, un manuscrito irlandés realizado por monjes celtas en el año 800 en Kells.

La biblioteca ambrosiana de Milán

Fundada por el cardenal y arzobispo de Milán Federico Borromeo en 1609, quien era un apasionado de la lectura, con una gran curiosidad intelectual. Dedicó la biblioteca al gran arzobispo milanés San Ambrosio.
La biblioteca ocupaba una amplia sala abovedada de altos techos decorados con pinturas de Francisco Maria Richino y Lelio Buzzi, con estanterías adosadas . Los libros no estaban ordenados por materias y estaban separados los manuscritos de los impresos. Sobre las estanterías había retratos de autores y artistas famosos.
Desde que se inauguró quedó abierta al público durante cuatro horas al día. Todos los estudiantes podían ir y leer el manuscrito que quisieran con total libertad.
El bibliotecario tenía una gran responsabilidad en la compra de libros y en el asesoramiento a los lectores. Era obligación suya hacer y mantener los catálogos actualizados, uno de manuscritos y otro de impresos.
En la actualidad, cuenta con cerca de 800.000 volúmenes, 35.000 manuscritos y 3.000 incunables.

Biblioteca del cardenal Mazarino

Esta biblioteca fue creada por el cardenal Mazarino pero la labor de reunir 40.000 volúmenes, los más representativos de la cultura superior, se debió a la incesante actividad, a los viajes continuados y a la inteligencia y buena formación de su bibliotecario Gabriel Naudé, que había estudiado medicina pero prefirió hacerse bibliotecario. La biblioteca Mazarino se abrió al público a partir de 1644 los jueves seis horas al día, tres por la mañana y tres por la tarde, a todas las personas cultas. Desde 1806 ocupa el mismo edificio el Instituto de Francia, al que está incorporada en la actualidad. Posee más de 500.000 volúmenes, 4.500 manuscritos y 1.800 incunables.

En España no se creó ninguna biblioteca abierta al público pero sí se formaron algunas bibliotecas privadas importantes.

Biblioteca de don Diego Sarmiento de Acuña

Primer conde de Gondomar, gobernador general de Galicia, corregidor de Valladolid y embajador durante ocho años ante el rey Jacobo I de Inglaterra. Se dedicó a reunir su colección de libros para luego poder leerlos todos en su palacio en Valladolid, pero murió a los tres años de su retiro. Los 15.000 volúmenes que llegó a reunir se conservaron en el palacio de Valladolid hasta 1785 y luego ya pasaron a formar parte de la Biblioteca Nacional.

Biblioteca del conde-duque de olivares

Fue la más importante de las formadas en España en el siglo XVII. Desde pronto se dedicó a la adquisición de manuscritos, papeles y libros. Utilizó a los embajadores para la compra de libros en el extranjero y consiguió otros como donativos. Andrés Pacheco le donó el códice de la Biblia de Alba del siglo XV. Acudió también a las almonedas, donde las viudas vendían los libros de sus maridos pero, sobre todo, acudía a requisas e incautaciones.


PEDRAZA GARCÍA, Manuel J. y DE LOS REYES GÓMEZ, Fermín. Atlas histórico del libro y las bibliotecas. Madrid: Síntesis, 2016.

ESCOLAR, Hipólito. Historia de las bibliotecas. Madrid: Ediciones Pirámide, 1990.

Publicado por

Isabel

Madrid, 6 de julio de 1993 - Estudié filología hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y tengo la inmensa suerte de dedicarme a ella cuando no tengo que trabajar.

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