CAPÍTULO 13

Preguntas. Por lo general, el mundo interior que generamos es un mundo lleno de preguntas. ¿Qué sacamos de ellas? En casi ninguno de los casos sacamos una respuesta que se acerque lo mas mínimo a la realidad. En casi todos los casos las respuestas a esas preguntas son una gran mentira. Una mentira que nuestra propia mente, la respondedora, crea para protegernos. Pero, ¿qué es exactamente protegernos para la mente? Para mi mente, en aquel momento, protegerme de la respuesta real era hacerme creer que era capaz de evadir por completo todo tipo de pensamientos relacionados con mi padre. Hasta cierto punto podía hacerlo, era capaz de no pensar en absoluto en ninguna de las cosas que me hacían daño. Me sentía con la fuerza mental suficiente como para pretender que podía vivir evadiendo la realidad. Pero mi mente, en el fondo, no dejaba de mandarme señales que me recordaban que había algo en mi vida que no había resuelto. Esas señales venían en forma de mal humor, de malas contestaciones o contestaciones sobrias, de una especie de asco ante lo que me rodeaba; miraba con recelo a las personas con las que me cruzaba cuando iba caminando por la calle – si es que caminaba- porque, normalmente, me quedaba encerrada en casa absorta en algún libro sin interés o todo el día pegada a mi teléfono móvil.

La casa empezaba a parecerme inmensa y todas las cosas que había en ella me parecían absurdas. Me sobraba espacio por todas partes y sentía que estaba tirando el dinero. Por lo general, me sentía muy incómoda con todo, incluso conmigo misma, y esa incomodidad me hacía estar continuamente de mal humor.

Pasaron los meses y el otoño pasó con ellos. Llegó el invierno con una violencia extrema. En la calle hacía muchísimo frío y dentro de casa pocas cosas reconfortaban pero a mí me hacía bien sentir ese frescor, me hacía sentir más animada. Además, me daba por cocinar guisos deliciosos y calentitos que me llenaban de vitaminas y energía. Con esas, algo en mi mente cambió y decidí realizar una actividad que ya había hecho muchas veces en el pasado pero que esta vez fue extrema: me deshice de todas las cosas que no utilizaba en mi día a día, a excepción de los libros. Así, llené bolsas y bolsas de ropa, adornos, instrumentos de cocina y un sinfín de objetos. Con estas, la casa se me antojó aún más grande y, obviamente, la sensación de que me sobraba espacio aumentó, y eso que mi apartamento era más bien pequeño. Busqué habitaciones por la zona, para alquilar una, y dejar de malgastar mi dinero en tanto espacio inutilizado. No sabía muy bien lo que estaba haciendo y parecía que actuaba de forma automática, casi sin sentimientos. Encontré un anuncio de una casa muy luminosa y agradable, cuya dueña alquilaba una de las dos habitaciones de las que disponía. La llamé y concerté una cita para el día siguiente.

Un mes después, abandonaba mi apartamento. Llevaba días sin hablar con mi madre y dudaba si llamarla expresamente para contarle que me mudaba a un piso compartido. Me encontraba de buen humor, sentía energía, me gustaba el frío medio protegido por esos rayos de sol que se dejaban asomar algunas mañanas. De pronto, no me importaba si lo que estaba haciendo estaba bien o mal, o si era normal o no. Solo me importaba el poder que podía llegar a sentir haciendo lo que me daba la real gana en el momento que fuera. La libertad que podía llegar a sentir al hacer y deshacer mi vida a mi manera, aunque no tuviera la menor idea de hacia dónde me estaba dirigiendo o a dónde iba a llegar con todo eso. La mudanza fue muy sencilla porque me había quedado prácticamente sin nada, aunque tuve que comprar unos cuantos muebles para mi nueva habitación. El piso era un dúplex y en la planta de arriba era donde yo me había instalado, en una habitación con baño incluido. Por las noches, cuando llovía, me dormía con el sonido de las gotas de lluvia caer sobre el tejado.

Cuando ya estuve instalada del todo, acomodada en mi nueva casa, llamé a Hannah para comunicarle que estaba dispuesta a seguir buscando el Aleph y ver yo misma lo que había pasado, qué había hecho exactamente mi padre. Pero, además, estaba también dispuesta a encontrarlo y hablar con él sobre lo que había visto. Así, al día siguiente concreté una cita con un detective, le di toda la información que tenía sobre él -que era bastante escueta- y me dijo que probablemente fuese una tarea costosa y larga en el tiempo.

Aquella noche, con todas mis decisiones encima de la mesa y después de una infusión de valeriana, fue la noche en la que mejor dormí después de mucho tiempo.

Publicado por

Isabel

Madrid, 6 de julio de 1993 - Estudié filología hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y tengo la inmensa suerte de dedicarme a ella cuando no tengo que trabajar.

3 comentarios en «CAPÍTULO 13»

  1. Hola preciosa. Dios te bendiga 🙏❤️ Me ha encantado el capítulo 😍 Me he sentido muy identificada con tu historia y a la vez triste por porque mira que hemos estado mucho tiempo juntas y hemos hablado mucho de muchas cosas pero creo que nunca me hablaste de tu vida tan íntimamente cómo lo haces ahora en tu biografía. También siento rabia porque me habría gustado haber pasado más tiempo contigo porque de verdad que he llegado a apreciarte muchísimo y me da rabia porque he tenido una vida tan difícil que no me ha dejado ser libre y vivir muchas cosas importantes en mi vida, así que me alegro de verdad que te sientas libre y deberías sentirte más libre y hacer siempre lo que te haga feliz. Te quiero muchísimo 💖🤗 cuídate mucho 😘😘😘 que Dios te bendiga. 🙏💖

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    1. Mi querida Gabi ❤️❤️ muchísimas gracias por leer la novela. ¡No es mi biografía! Si bien algunos personajes están inspirados en personas que conozco muy bien (como el personaje de la madre de Ingrid) e incluso la propia Ingrid tiene trocitos de mi personalidad, nada de esto tiene que ver con mi propia vida. Ingrid, en el fondo, es muy diferente a mí, créeme. Te quiero muchísimo y siempre me acuerdo de ti y de nosotras 😘😘😘

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